POR ALEX RODRIGUEZ
Manuel Castells. Sostiene que la tecnología, los movimientos, los migrantes moldean esta era.
Plegaria. El camino de los migrantes mezcla deseos y voluntades políticas y religiosas.
El mundo está asistiendo a momentos históricos. Los movimientos sociales están cambiando dinámicas, como lo hicieron la Comuna de París en 1871 o las huelgas de Glasgow en 1915. Ambos empezaron como una huelga de alquileres contra la especulación inmobiliaria y, la de Glasgow, dio origen a la vivienda pública en el Reino Unido. Un siglo después, otros movimientos están propiciando otro gran cambio, dice Manuel Castells. Acaba de publicar la segunda edición actualizada y ampliada de su libro Redes de indignación y esperanza .
–¿Estamos comenzando una nueva era?
–En términos tecnológicos, económicos y culturales, la hemos comenzado hace tiempo. Ahora empezamos una nueva era en términos políticos e institucionales.
–¿Y cómo será?
–Lo que sabemos es que no será como antes. Las instituciones actuales no tienen legitimidad, y esto, en las sociedades democráticas, no puede durar mucho tiempo. De hecho, no está durando. Las instituciones serán, por un lado, cada vez más supranacionales, como la Unión Europea, pero por otro lado, las identidades, en su mayoría, serán cada vez más locales, específicas, nacionales o religiosas, o étnicas. Y aquí hay una contradicción fundamental: hay una sociedad global, una economía global conectada en red, pero al mismo tiempo la gente, ante ese cambio vertiginoso de lo que eran las coordenadas de la vida, se refugia en sus identidades y, entre medio, las instituciones tienen que relacionarse cada vez más. Los estados europeos no pueden funcionar por su cuenta sin la Unión Europea, pero al hacer eso se alejan de sus ciudadanos. Si no se establecen mecanismos de participación, control, representación, etcétera, entonces la europeización, que es la forma de globalización en Europa, se convierte en una amenaza para lo que la gente piensa sobre su vida. Se ven sin control.
–Una contradicción…
–Sí, y como no puede durar mucho tiempo, estamos asistiendo a la formación de nuevos actores políticos, de nuevas redes institucionales y de nuevas crisis, porque nadie dice que todo eso acaba en que la Unión Europea se consolida y se hace más democrática y participativa. Se puede romper. Se puede romper por identidades nacionales fraccionadas que no aceptan la soberanía compartida porque esa cosoberanía nunca es igual, porque hay poderes mayores que otros.
–Y todo ocurre con una Unión Europea débil y que enfrentará nuevas crisis: Rusia y Ucrania, la acogida de inmigrantes, la griega…
–Y, además, están las identidades sub Estado-nación, como ocurre en Catalunya o Escocia. Escocia no ganó el referéndum, pero la política escocesa se ha transformado y hay unas tensiones muy fuertes con Inglaterra
–El Reino Unido va a convocar un referéndum y se puede ir de Europa, y Escocia del Reino Unido...
–Hoy por hoy, el referéndum de pertenencia lo pierde Europa, pero si se acentúa la hegemonía alemana sobre la UE, eso es algo que el Reino Unido no va a aceptar, pero tampoco Francia. Y Marine Le Pen está empatada en primer lugar de cara a las presidenciales. En su programa, figura salir de la UE o renegociarlo todo, y no aceptar la hegemonía de Alemania. Además está tejiendo alianzas para crear un frente antieuropeo dentro de Europa. Estarían Francia y el Reino Unido, o bien marginadas o con muy poca relación institucional con la UE, y Alemania con sus súbditos. Esto no sería sostenible. Por tanto, creo que ese tema de no legitimidad de las instituciones que se han creado en la últimas décadas es lo que va a marcar el cambio en los próximos años, más todavía que la tecnología, porque el corte tecnológico ya se ha producido.
–Entramos en época de cambios…
–Una cosa importante en Europa es que hay dos procesos de cambio: uno deriva de los movimientos sociales y por lo tanto apuesta por nuevos actores, y otro deriva de posiciones nacionalistas, xenófobas y defensivas contra la globalización, contra el extranjero en defensa de la nación. Hoy en Europa esas posiciones son mayoritarias. Europa del Norte es otra cosa que Europa del Sur, Europa se ha cortado cultural y políticamente entre el norte y el sur, y Francia se encuentra en medio por razones de historia y cultura política.
–Sorprende que pese a la crisis económica y de legitimidad de las instituciones y de los políticos, los ciudadanos hayan recurrido, como en España, a las urnas para expresar su voluntad de cambio optando por opciones prácticamente recién nacidas. Es la revolución en las urnas, no en las calles…
–Bueno, sí, pero al mismo tiempo recuerde que, primero, salieron a las calles y, segundo, están en las redes. Las urnas son la consecuencia de esto. Han salido a las calles y están en las redes y han constituido unos movimientos sociales que son los que han creado presión sobre la opinión pública. Entonces, es posible un cambio político como consecuencia de que hay un cambio de mentalidad ligado a los movimientos sociales. Ese cambio luego tiene que expresarse de alguna forma, y como los partidos tradicionales no aparecen a ojos de muchos ciudadanos como cauces posibles de ese cambio, buscan otras opciones. Además, también empujan a los partidos tradicionales a cambiar, porque algo está cambiando: primarias, medidas anticorrupción… Ahora bien, apuestan por nuevas opciones, pero dentro de marcos que legal y constitucionalmente no funcionan.
–En su libro Comunicación y poder habla de los medios como instrumentos desde donde cambiar la mente de la gente. Y recuerdo que Pablo Iglesias ha dicho que el triunfo de Podemos ha sido posible gracias a la combinación de lo nuevo –las redes sociales– con lo viejo, la tv. ¿Hasta qué punto los medios pueden crear estados de opinión que generen revoluciones?
–Yo siempre he apuntado la idea de que los medios no son la expresión del poder sino el espacio donde se juega el poder, que no es un espacio neutro. Lo que ha cambiado es que además de los medios de masas están las redes, donde también se juega el poder. El espacio de la comunicación es el espacio donde se juega el poder porque es a través del cual se construyen y difunden las ideas. Los medios son esenciales además de las redes porque, hoy por hoy, para una parte sustancial de la población a partir de los cincuenta años son la televisión y la radio, un poco menos los diarios, los medios que son importantes. El ejemplo de Podemos ha sido clave porque la intervención de una persona, pero de una persona que tuvo un discurso articulado y capacidad de comunicarlo, satisfizo una demanda social que se vio reflejada en lo que él pensaba.
–Un discurso basado en el populismo del cientista político argentino Ernesto Laclau, de buenos y malos, del pueblo y su enemigo, la casta.
–Ahora todo eso se ha moderado. Pero fue una estrategia muy inteligente con un discurso rompedor y definido.
–El cambio también llegó a países como Túnez, Islandia, EE.UU., Brasil… Son movimientos que se crean en comunidad, hacen comunidad, ayuda a perder miedos y a superar indecisiones. ¿Cree que se ha perdido el miedo?
–No, pero se está perdiendo. El miedo nunca se pierde en el fondo, pero todos estos movimientos que ha habido estos años indican una pérdida del miedo. Cuando la gente dice sí se puede, aunque sea una llamarada y luego desaparezca. Bueno, no desaparece, casi nunca desaparece. Se transforma. Por ejemplo, en las revoluciones que han cambiado totalmente el mundo árabe. Lo que pasa es que luego hay actores geopolíticos, intereses, islamistas que han aprovechado el vacío creado por EE.UU., todo ese tipo de cosas han degenerado en violencia y barbarie.
–Hay gente que cree que las primaveras árabes han fracasado, y así se lo han preguntado más de una vez. Usted defiende lo contrario.
–Estoy de acuerdo. Las revoluciones de verdad son un largo proceso, recordemos las revoluciones europeas del siglo XIX. Esto es un proceso que se ha iniciado y que sigue, que no sabemos adónde va. No se ha parado. Está en la mente y en los corazones de las personas. Lo mismo pasó en EE.UU. No se acabó Occupy, se acabó sólo como forma de ocupación porque las ocupaciones físicas del espacio tienen un límite. Las últimas ocupaciones se pararon en- diciembre porque la gente estaba congelada. Empíricamente, todas las revueltas de 2014 y 2015, de Ferguson a Nueva York y Baltimore, contra los abusos de la policía, la campaña “las vidas negras también valen”, son los mismos activistas los que las han organizado y salido a la calle en contacto con movimientos negros y blancos. Esto es Occupy Wall Street de otra manera.
–Hillary Clinton abogaba en 2010 por el papel democratizador de Internet. ¿Es el apóstol de la democracia?
–No es el apóstol, pero es un instrumento clave de democracia en el sentido de que si comunicación es poder e Internet es la libre comunicación, Internet puede difundir, expresar y organizar proyectos fuera de las instituciones. Eso es un papel fundamental. Y por otro lado, permite la información, la participación práctica en la gestión, sobre todo local, muy importante. Claro que sí, es un instrumento de democracia, pero quienes la hacen son los actores sociales y políticos.
FUENTE:
http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Vertigos-nueva-epoca_0_1438056199.html
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http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Vertigos-nueva-epoca_0_1438056199.html
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