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La condición humana en la obra de Hugo Zemelman

Universidad de Guadalajara

Hugo Zemelman nació en Concepción, República de Chile en 1931. Cursó las licenciaturas en sociología rural y derecho y un postgrado en Sociología. Fungió como director de sociología en la Universidad de Chile durante el periodo junio de 1967 a septiembre de 1970. Asistió como representante del Gobierno de la Unidad Popular a la Asamblea de FLACSO, celebrada en junio de 1971 en París.

Después del golpe militar del 73 llega a México en donde labora en instituciones como El Colegio de México, la Universidad Nacional Autónoma de México y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Ha sido profesor invitado por numerosas Universidades del extranjero. Ha impartido cursos y seminarios en diversos programas de postgrado en España y a lo largo y ancho de Latinoamérica. También ha participado como ponente y conferencista magistral en distintos eventos nacionales e internacionales. Su preocupación por los asuntos educativos data desde los años iniciales de su carrera, pero sobre todo en 1973 cuando obtiene una beca de la UNESCO para escribir un texto sobre metodología para alumnos de estudios superiores, dicha beca es cancelada posteriormente por el Gobierno de Chile por razones extrañas, como él mismo lo dice. En 1974 obtuvo una beca de máxima categoría de la Fundación Friederich Ebert para continuar sus investigaciones.


Sus publicaciones abarcan problemas agrarios, movimientos sociales, asuntos de los regímenes militares chilenos, cultura política, el Estado y, sobre todo, metodología y epistemología. Estas últimas se plasman a partir de la edición de Historia y política del conocimiento; discusiones acerca de las posibilidades heurísticas de la dialéctica (UNAM, 1983), después de este texto vendrá la publicación de numerosos libros y artículos relacionados con temas de teoría del conocimiento y metodología. Actualmente se desempeña como investigador de El Colegio de México y profesor invitado en diversas instituciones iberoamericanas.

Hombre y conocimiento

El presente escrito plantea la condición humana a partir de la concepción del hombre en la obra de Hugo Zemelman. Su concepción del hombre involucra al mismo tiempo las visiones epistémica y antropológica. La epistemología es formulada como una racionalidad ampliada desde las funciones cognitivas a las exigencias éticas y políticas; en tanto la antropología es concebida en sus articulaciones con la epistemología: "la reflexión que presentamos no constituye una teoría de la ciencia ni una sustitución de su quehacer por una disquisición epistemológica abstracta; más bien es una contribución para plantear la potencialidad de la capacidad de pensar del sujeto concreto” [Zemelman, 1992-II: 34].1 De hecho, dos títulos de sus textos enuncian de manera explícita al sujeto: Conocimiento y sujetos sociales y Sujeto: existencia y potencia. Precisamente, en este último expresa claramente su convicción respecto a lo humano:

Tiene significado plantearse la transformación del pensamiento categorial en una antropología: la propia del sujeto capaz de incorporar su momento histórico. El devenir antropológico desde el pensar epistémico consiste en recuperar al sujeto en sus posibilidades de historización, a partir de su modo de colocarse ante el mundo [Zemelman, 1998: 154].

En la perspectiva que nos ocupa, el hombre es vislumbrado no a través de propiedades o atributos, sino por medio de las articulaciones entre las funciones cognitivas, volitivas, afectivas e imaginativas. Asimismo, la realidad es concebida bajo la exigencia de objetividad, como una articulación heterogénea y compleja de fenómenos. Pero en todo caso, lo importante radica en una concepción vinculante del hombre con su realidad. Dentro de este enfoque se involucra un dispositivo dialéctico que, al no estar conforme de su función lógica centrada en contradicciones, aspira a cumplimentar su función epistémica a través de formas de razonamiento (crítica, totalidad, etcétera) y mediante contenidos abiertos.

La tarea de exponer la visión zemelmiana en su complejidad nos obliga abstenernos de utilizar criterios externos a su propuesta; por el contrario, nos conduce al empleo de recursos construidos desde su interior, para así dar cuenta de los momentos constitutivos en el reconocimiento de la realidad por parte de los sujetos. Esos momentos están expresados a través de cuatro enunciados propuestos por Zemelman y uno más que hemos integrado para complementar a los anteriores: 1) Predominio de formas de razonamiento; 2) determinación de una articulación de base para poder dar cuenta de las mediaciones; 3) problematizar las coordenadas habituales en que la realidad es conceptualizada; 4) concreción y despliegue del fenómeno [Zemelman, 1998: 93-94],2 y 5) el pensar ético y utópico.

Predominio de formas de razonamiento. La crítica como forma de razonamiento

La crítica es un punto de partida y de llegada pertinente a la hora de referir las posibilidades de la ampliación racional en el marco epistemológico de la conciencia histórica [Zemelman, 1992-I: 81]. La ampliación racional se alcaza, por mediación de la crítica, a través de la apertura del pensamiento hacia la objetividad de la realidad en movimiento permanente.

La crítica permite a los sujetos vincularse con el mundo desde:

... una modalidad de la relación con la realidad que se comprende con una mayor autodeterminación del sujeto cognoscente, pero también, es una modalidad de la mayor extensión de los espacios propios de las prácticas, a través de las cuales el hombre se enfrenta a la realidad y que plantea sus propios requerimientos cognoscitivos [Zemelman, 1992-I: 115].

Bajo esta postura, el desarrollo del conocimiento es indisociable del desarrollo de la conciencia y autoconciencia de los sujetos, por ese motivo se recurre a “... la necesidad de una actividad conjugada entre la crítica de la realidad, objeto de estudio y de la autocrítica del sujeto que se apropia de esa realidad” [Zemelman, 1992-I: 80].

Desde el enfoque zemelmiano esta forma de razonamiento destaca la dimensión colectiva de los sujetos: “Lo más importante de la capacidad crítica es su vinculación con el descubrimiento del hombre como sujeto social de la historia, no ya como individuo” [Zemelman, 1992-I: 104].

La totalidad como forma de razonamiento

La totalidad, dentro de la postura zemelmiana, es una forma de organizar el razonamiento. De esta manera “... el progreso del pensamiento crítico se vincula con la capacidad de reaccionar contra lo fragmentario del conocimiento” [Zemelman, 1992-I: 103] y una forma significativa de reacción está planteada bajo la exigencia de totalidad. Por eso si lo delimitado, lo acotado, lo fragmentario es el punto de partida de toda investigación, el punto de llegada de la totalidad implica manejar lo fragmentario con base en las vinculaciones posibles y desde el imperativo de articular los fenómenos dentro del campo de opciones posibles. De esta forma el contexto observado desde la realidad se denomina articulación.

Si de lo que se trata es la ampliación de la racionalidad mediante formas de razonamiento, la totalidad posibilita el enriquecimiento de la racionalidad ya que medía en la vinculación con la realidad y, por eso, “... permite transformar la objetividad real en contenidos organizados” [Zemelman, 1992-I: 48].


En este contexto “... la dialéctica consiste en captar la realidad histórica mediante la construcción racional de la totalidad concreta” [Zemelman, 1992-I: 200]. Asimismo, la totalidad asume una cualidad dinámica ante la diversidad de articulaciones entre niveles y planos de la realidad de la cual da cuenta. De esta manera “... la totalidad constituye una organización conceptual que no parte de una explicación, sino de la premisa de que la realidad asume múltiples modos de articulaciones entre sus niveles componentes, cuya captación es una necesidad para el razonamiento analítico” [ Zemelman, 1992-I: 133].

En el marco dialéctico zemelmiano de la determinación-indeterminación la totalidad es entendida como “... una forma de razonamiento capaz de conjugar lo determinado y lo indeterminado” [Zemelman, 1992-I: 239] y desde “... la articulación dinámica de los recursos reales caracterizada por sus dinamismos, ritmos temporales y despliegues espaciales; y esa articulación puede concretarse en diferentes recortes del desarrollo histórico” [Zemelman, 1992-I: 68].4

Determinación de una articulación de base para poder dar cuenta de las mediaciones

Con la finalidad de exponer la perspectiva zemelmiana bajo el rubro anterior, vislumbramos una articulación de base expresada por el vínculo de la modalidad dialéctica de determinación-indeterminación con la modalidad dialéctica de instalación-apropiación.

A la dialéctica determinación-indeterminación debe concebírsele desde la “... la totalidad concreta para reconstruir su movimiento histórico, lo que también permite dar cuenta del dándose de lo dado, en tanto recorte empírico determinado” [Zemelman, 1992-I: 54].

Por su parte, la otra modalidad dialéctica considera que... la idea clave es transformar la dialéctica instalación-apropiación en óptica para recuperar la historicidad del hombre y de sus constructos, en razón de expresar éstos a lo constituyente, más allá de los límites de cualquier visión filosófica o teórica cristalizada. Conformando además una crítica a la filosofía y a la ciencia desde la perspectiva de un logos gnoseológico que incluye a la ciencia como un mecanismo particular de la problemática asociada a la construcción de relación de conocimiento [Zemelman, 1998: 54].

Mientras que en la modalidad dialéctica determinación-indeterminación la formulación de las bases sólidas de teorización apuntan a una teoría del conocimiento interesada en la conciencia histórica, mediante las implicaciones totalidad-objetividad y a través de la problematización y la crítica (como núcleos de la conciencia histórica); en la modalidad instalación-apropiación los esfuerzos se concentran en la tematización de la conciencia histórica en el marco de la existencialidad y en ángulo de la colocación, entendida esta última como germen de la conciencia histórica.

Entonces, si desde la modalidad dialéctica determinación-indeterminación se avanza en la tematización de las implicaciones de la aprehensión y apropiación; desde la modalidad dialéctica instalación-apropiación se aventaja a la tematización del vínculo apropiación-colocación.

No obstante encontrarse diferencias entre ambas modalidades, de cualquier forma “... es más significativo analíticamente comprender a la dialéctica como lógica de la articulación que como lógica de contradicción” [Zemelman, 1983: 50].

En palabras del epistemólogo chileno:

“Concebimos la dialéctica, entonces como una exigencia de articulación y no exclusivamente como expresión de la contradicción; por eso privilegiamos a lo articulable sobre la transformación... la articulación plantea la necesidad de mediaciones entre los elementos reales” [Zemelman, 1994: 7]. Esa necesidad de mediaciones reales “... obliga a adentrarse en las profundidades del hombre mismo mediante la crítica a las mediaciones del conocimiento especializado, por lo tanto alejarnos del filósofo que reduce lo humano a discurso propio del discurso sobre lo humano” [Zemelman, 2002: 104].

La importancia de las mediaciones radica en el hecho de situarse en el ámbito de la política.6 Así la política como espacio de las mediaciones considera a éstas en sus implicaciones desde la indeterminación y la totalidad en el marco de la modalidad dialéctica determinación-indeterminación, por lo anterior:

La mediación se refiere, precisamente, al movimiento de la totalización; en otras palabras, al momento de lo “indeterminado” de la dirección que tome el desarrollo y no la unidad cristalizada.

Por eso se puede pensar que la mediación es el ámbito propio del análisis político, en cuanto este plantea dichas mediaciones como objetos, ya que la exigencia epistemológica del análisis político es el proceso mismo de totalización y no la totalidad cristalizada o dada [Zemelman,1992-I: 66-67].

La modalidad dialéctica instalación-apropiación propone por un lado que: “... el proceso de apropiación de la realidad es sólo una parte de la conciencia histórica, pues la otra está constituida por la capacidad de instalarse, todavía más importante para la sedimentación de esta conciencia” [Zemelman, 1998: 80]; por el otro, que “... el instalarse en el mundo plantea no solamente la conjugación entre funciones cognitivas y gnoseológicas, sino, además, los desafíos gnoseológicos de la conciencia ética” [Zemelman, 1998: 79].

Por eso, entre la instalación y la apropiación se sitúa la conciencia histórica como mediación, la cual: ... evita reducir lo humano a pura individualidad, o bien, a la individualidad en simple postura ética solitaria. Pues implica reconocer que los espacios de despliegue tienen lugar en la tensión entre el pasado del cual se produce un distanciamiento, y las visiones de futuro como necesidades de mundo que son estrictamente personales [Zemelman, 2002: 41].

Del sintagma “la política como epistemología” [Zemelman, 1992-I: 12] importa la politicidad del conocimiento mediado por la historicidad del saber a través de la conciencia histórica y sus mecanismos de crítica problematización y colocación. Por esa razón “... lo específicamente gnoseológico de la política es su función para reconocer lo potencial” [Zemelman, 1992-I: 46].7

El imperativo zemelmiano de transformar la política en historia se alcanza en la mediación:

En efecto la mediación es la especificidad histórica del fenómeno, sobre todo porque cuando hablamos de lo históricamente determinado estamos aludiendo a las mediaciones. La concreción histórica es una concreción mediada en virtud de que el contenido de los procesos está determinado por una articulación de tiempos diferentes y de niveles en alguna relación no predeterminada [Zemelman, 1992-I: 42].

A la luz del contexto anterior “... la historia es el desarrollo de lo político entendido éste como el fenómeno de la práctica activadora de todos los niveles de la totalidad” [Zemelman, 1992-I: 35]. En este sentido: “... el proyecto constituye la historia como futuro” [Zemelman, 1992-I: 241].

La dialéctica de instalación-apropiación incluye a la modalidad dialéctica de determinación-indeterminación pero llevándola a los planos del problema de la existencia y existencialidad de los sujetos. El puente entre ambas modalidades de dialéctica es la historicidad: “La historicidad –dice Zemelman- es el crecimiento (en razón de su índole indeterminada) de los límites del existir en tanto contenido de ese crecimiento: el existir como existir histórico del sujeto” [Zemelman, 1998: 140]. Pero la mediación, más estrictamente hablando está dada, como más adelante lo desarrollaremos, por la conciencia histórica.

Es innegable que el sujeto humano está en la historia, en la sociedad, sometido a lo incierto, de ahí que tenga que construir la realidad, estableciendo con ella el vínculo debido. La constitución de ese vinculo es un verdadero desafío gnoseológico en su formación, ya que todo proyecto parte de una opción de construcción social [Zemelman, 1992-I: 34].

Por eso en el trecho que va de la historia a la política, es decir, del contexto a la coyuntura, al momento y al presente potencial, se identifican instancias mediadoras como son: las posibilidades constructivas, las opciones de proyecto contenidas en el campo de proyecciones hacia el futuro y el despliegue de los actores que formulan y participan de proyectos, en el marco de una secuencialidad de coyunturas. En esa perspectiva “... lo político deviene en la transformación de una visión de futuro en una visión de la actividad práctica en el presente” [Zemelman, 1989: 87].

Problematizar las coordenadas habituales en que la realidad es conceptualizada

La problematización es un dispositivo epistémico que involucra los límites abiertos de la indeterminación-determinable, a través de la cumplimentación de la exigencia de objetividad que conduce a la potenciación de lo dado desde los sujetos críticos y autocríticos colocados ante su mundo.

Por otro lado la "... exigencia de objetividad se puede conceptualizar como una indeterminación que rompe el límite de las determinaciones mediante el mecanismo de problematización, y constituye un rescate de la dialéctica, no ya como especulación filosófica desvinculada de la práctica de investigación, sino corriente metodológica (en proceso de desarrollo)” [Zemelman, 1992-I: 75].

En palabras del propio Zemelman, la crítica “... es una modalidad de la relación con la realidad que se comprende con una mayor autodeterminación del sujeto cognocente, pero también, es una modalidad de la mayor extensión de los espacios propios de las prácticas, a través de las cuales el hombre se enfrenta a la realidad y que plantea sus propios requerimientos cognoscitivos” [Zemelman, 1992-I: 115].

 Para colocarse críticamente ante la realidad se precisa explicitar qué entendemos por ella, el epistemólogo chileno la concibe “.. como la conjugación entre dos dimensiones: la histórica, que manifiesta su calidad como producto, y la política, que traduce sus exigencias como construcción” [Zemelman, 1992-I: 24].

Pero para colocarse problematizadoramente ante la realidad se requiere tener la necesidad de vincularse a ella. Hugo Zemelman y Guadalupe Valencia conciben la necesidad: ... como el sustrato más elemental de articulación entre lo objetivo -la carencia, la escasez- y lo subjetivo -percepción de las necesidades y forma de solucionarlas- remite a la subsistencia y reproducción social. La necesidad como noción que permite reconstruir lo dado y lo indeterminado en una situación estructurada, abre hacia el rescate de las determinaciones -económicas, políticas, sociales, psicoculturales- pero también a la ruptura de esas determinaciones [Zemelman, 1992-II: 79].

También Zemelman, en lo particular, visualiza epistémicamente la necesidad-posibilidad en el marco de la dialéctica determinación-indeterminación, en ese contexto formula un planteamiento que articula la necesidad, necesidad del otro y la subjetividad con el movimiento, la necesidad ayuda a caminar en dirección a la fusión entre pasado y futuro, porque supone que el sujeto se desprende de sus límites, es decir, de su condición de producto de las circunstancias; un modo de recuperar la conjugación de lo histórico en lo individual y de lo individual en lo histórico. Sobre todo para emprender una relación con la realidad es preciso manifestar una necesidad hacia ella: “La necesidad de realidad se refiere al mundo como riqueza potencial que desafía al contorno organizado” [Zemelman, 1998: 40].

Asimismo, se precisa de la necesidad de conciencia, en especial de conciencia histórica por parte de los sujetos colocados ante la realidad. Sobre todo porque la problematización de la realidad parte de los sujetos que disponen de esa modalidad de conciencia.

El epistemólogo chileno avanza hacia una propuesta de la conciencia histórica bajo el signo de la modalidad dialéctica determinación-indeterminación, en ella la problematización y, sobre todo, la crítica se presenta como núcleo de la conciencia histórica. Pero la sistematización que involucra la colocación, además de la aprehensión y apropiación, aparecerá en la modalidad dialéctica colocación-instalación, en donde la colocación aparecerá como el germen mismo de la conciencia histórica.

En América Latina es donde se plantea la necesidad de una epistemología de la conciencia histórica a través de la obra del sociólogo chileno Hugo Zemelman. Una epistemología que no se reduce a la función cognitiva, sino que articula las exigencias éticas y políticas al conocimiento. Por eso la necesidad de enriquecer el presente apartado del ensayo, mediante un tratamiento de conciencia histórica que articule la concreción con el despliegue, nos conduce en este sentido a que subrayemos las modalidades de concreción, mediante el planteamiento siguiente:

... la conciencia histórica es la conciencia de las modalidades de concreción de la realidad sociohistórica. Es la conciencia del movimiento del tiempo y del espacio como ámbitos de sentido, a la vez del sentido como opción de construcción al interior de esos ámbitos. El tiempo y el espacio que salen de sí mismos para facilitar avanzar al encuentro del horizonte. En última instancia, es el desafío para ir hacia lo desconocido creado por ello, en ese mismo ir, el espacio del horizonte. El espacio es el tiempo atrapado por la lógica del caminante; que es el constante desafío de constituir relaciones o conocimiento [Zemelman, 1998: 148].

Zemelman en un libro reciente concibe al despliegue en el contexto de la conciencia histórica a partir de las tensiones que asumen las cualidades existenciales de los sujetos, en donde las posibilidades adoptan, a su vez, su aspecto procesual [Zemelman, 2002: 41]. En esa misma dirección la necesidad de conciencia histórica está siendo vislumbrada como una instancia desplegante que alude a los dos momentos de discursividad y prediscursividad.

En las anteriores alusiones a la conciencia histórica están presentes el tiempo y el espacio con base en el despliegue y a partir de la concreción de modalidades. No obstante la articulación entre esos dos planos, tan necesaria para dar cuenta de la colocación, no se aprecia con suficiente nitidez sin la ubicación y el papel de la colocación. Por ello precisamos del siguiente planteamiento: “... nos colocamos ante la realidad que es, por una parte, imprevisible en su mutualidad, pero que a la vez, está siendo constantemente moldeada por prácticas constructoras de sentido” [Zemelman, 1994: 41].

Por último, para efectuar una crítica a lo habitual del pensamiento partiremos con la idea de que la conciencia histórica, al ser una de las formas de la subjetividad, también es una constelación que además de comprender la cognición articula a la voluntad y la afectividad. La conciencia histórica tiene espacios de indeterminación, de indeterminación-determinable, ahí radicarán las potencialidades, de modo que no pueda ser reducida a la conciencia teórica, sobre todo porque la teoría y la explicación, contenida en ella, son aspectos cristalizados del pensamiento, adscritos a lo dado.

Concreción y despliegue del fenómeno

Este apartado se dirige a cumplimentar dos imperativos propuestos por Zemelman: a) transformar la historia en experiencia y b) transformar historia en existir.

Transformar la historia en experiencia

El imperativo expresado en la traducción de la historia en experiencia comporta la necesidad de que los sujetos colocados ante la realidad alcancen la plenitud en el marco de la indeterminación y la incertidumbre.

Para efectos expositivos del presente inciso será importante que partamos de la diferenciación y articulación entre la experiencia histórica y la epistemológica. En esa medida en la experiencia histórica: será concebida como “... el recorte de realidad en que se conjuga lo objetivo, sometido a regularidades, con la capacidad de construir lo objetivamente posible que no necesariamente lo está” [Zemelman, 1992-I: 35]. De esta manera ella cumplirá un papel fundamental en el sentido de que “... la lectura de la realidad está mediada por la experiencia dada” [Zemelman, 1989: 72].11 En esa medida la experiencia gnoseológica o epistémica podrá plantearse en el marco de la epistemología zemelmiana “... como una exigencia de racionalidad con base en el supuesto de articulación lógica que da cuenta del movimiento de la realidad histórica”.[Zemelman,1992-II: 54-55].

Por lo demás dos planteamientos zemelmianos que nos permiten articular ambas formas de experiencia son los siguientes: “La historia como experiencia gnoseológica que no se agota en un momento, porque en su propio desenvolvimiento va conformando modos de pensar que trascienden sus propios marcos problemáticos” [Zemelman, 1998: 53].

Asimismo, en la óptica de la dialéctica instalación-apropiación se avanza hacia “... una reflexión epistemológica que puede apoyarse en la historia como experiencia gnoseológica que no se agota en un momento. Porque en su propio desenvolvimiento contribuye a enriquecer a la razón como un tejido que se va hilvanando a lo largo de diferentes épocas” [Zemelman, 1998: 54].

Modalidades de experiencia

Es desde el piso de la experiencia como podemos apreciar los diversos ángulos y perspectivas de la historicidad y existencialidad de los sujetos sociales. Y es que la experiencia en el marco de la politicidad del conocimiento ocupa un plano central en la obra zemelmiana.

La experiencia se desdobla y articula en dos modalidades: la existencial y la histórica [Zemelman, 1998: 8],12 pero también en concreción y despliegue.13 Estos dos últimos aspectos son “... dimensiones de lo objetivo, por consiguiente son parámetros de la construcción del objeto y de su apropiación racional” [Zemelman, 1996: 168].

Concreción

La concreción en tanto especificidad de los fenómenos y problemas, deviene en la articulación entre el momento y la coyuntura: “es tiempo como momento; y espacio como coyuntura” [Zemelman, 1996: 168].

Momento

El momento es un instante de la dinamicidad presente en los procesos que nos permiten comprender la realidad socio histórica por medio de un recorte de coexistencias sociales. En la perspectiva de la necesidad el momento “... significa hacer un anudamiento de todos nuestros tiempos, los vividos y los que dependen de éstos, en forma de que lo posible surja como la incompletud de lo real. Es la experiencia como esperanza” [Zemelman, 1998: 158]. Pero también expresa el esfuerzo cognoscente de los sujetos por colocarse y distanciarse ante la realidad. De esta forma comporta la definición de un punto de partida para la descripción articulada de los procesos de la realidad en las que está inserto el poder. Por eso “... entender un momento histórico es entender la lógica constructiva del poder, que no es el poder bruto, que no es el poder visible, sino que es la lógica constructora del poder” [Zemelman, 1998: 29].

Coyuntura

La coyuntura es una articulación entre totalidad y la indeterminación, en ese sentido funge como instancia mediacional. De esta forma, para Zemelman “... la coyuntura representa una mediación entre el conocimiento acumulado en estructuras teóricas y la alternativa de praxis adecuada al quehacer de una opción definida como posible” [Zemelman, 1992-I: 27].

La potencialidad contenida en lo indeterminado determinable es factible indagarla a través del momento “... de la coexistencia de todas las posibilidades no reveladas... es el momento de la estructuración misma; no es la totalidad dada sino su proceso de constitución” [Zemelman, 1992-I: 44].

Despliegue

El planteamiento epistémico, que también es antropológico, está interesado en referir el despliegue de los hombres ante su contexto, ante su realidad mediante la articulación del ritmo con el contorno. Para Zemelman el contorno es espacialidad y el tiempo es ritmo [Zemelman, 1996: 168].

Contornos

Parafraseando a Francesco Alberoni, para quien los grandes filósofos son también grandes artistas, diremos que los grandes epistemólogos también tiene esa cualidad, esto se aplica a Zemelman, pues a la manera de un Da Vinci plasma los contornos difusos (sfumato); es decir contorno difuso en la indeterminación-determinable del despliegue de los sujetos colocados ante una realidad. En este sentido es significativo el siguiente planteamiento zemelmiano: “La realidad de que nos ocupamos es difusa en sus contorno, ya que se define solamente en la medida misma del esfuerzo por construirla” [Zemelman, 1989: 31-32].

En alguno de nuestros trabajos nos hemos atrevido a referir la capacidad de Zemelman para definir y trazar contornos:

... si los sabios perciben contornos y los trazan; los hombres irónicos son capaces de dibujarlos y, por consiguiente, de transgredirlos... El pensamiento de Zemelman se orienta, justamente, hacia esa doble pretensión: detectar los contornos desde el contexto y, con base en coyunturas, trascenderlos. Contextualizar significa, para él, atender al despliegue participativo de los actores, guiados por la proyección de opciones de futuro y dispuestas en proyectos construidos por ellos desde su propia realidad [Romo Torres, 1998: 92].

Problema de los límites

La problemática de los contornos nos conduce, inevitablemente, al problema de los límites abiertos. Precisamente, un planteamiento que vincula el límite con el contorno es el siguiente: "... el concepto de límite cambia de naturaleza, ya que se pasa de la noción de límite que organiza contenidos al planteamiento del contorno que, ubicado más allá de lo conocido, abre el contenido hacia nuevas realidades” [Zemelman, 1992-II: 138].

La transformación de la historia en existir

Un hecho destacable es que Zemelman, a partir del libro Sujeto: existencia y potencia y de algunos ensayos contenidos en su texto Problemas antropológicos y utópicos del conocimiento, emprenda un giro del énfasis de la politicidad del conocimiento de sus trabajos anteriores hacia la existencia y existencialidad en el contexto ético ante la realidad y las visiones utópicas. De ahí la preocupación zemelmiana por la externalidad plasmada en el tratamiento de la experiencia, la cual se desdobla en las modalidades de historicidad y existencia. Con ello, los problemas pertinentes están referidos a la necesidad de realidad, necesidad de otro, necesidad de conciencia, de colocación ante la realidad. De esta forma los replanteos de problemátización y crítica como núcleos de la conciencia histórica avalan esa consideración.

Podemos afirmar, con base en la perspectiva antropológica y política de nuestro pensador, que la medida del hombre es la de sus formas de razonamiento, categoría y contenidos abiertos a la indeterminación-determinable y la incertidumbre. Por eso, las fronteras son dinámicas tratándose de la existencia y la existencialidad de los sujetos. La exigencia de transformar la historia en experiencia se cumple en la implicación de la historia con la existencia, mediada y articulada por la experiencia. En esta dirección cala hondo la aseveración de Zemelman: “Ningún sujeto social puede imponer su futuro si no es apoyándose en toda la historia que ha cristalizado en su misma existencia” [Zemelman, 1992-I: 34].

Por otro lado, resulta valido asumir el imperativo de transformar la condición existencial del hombre en un campo de experiencias posibles [Zemelman, 1998: 124]. Desde luego, en ese campo de posibilidades está el yo, los otros y lo otro: “Tanto la existencia como la historicidad implican tipos de experiencias en la temporalidad que expresan cierres y aperturas del sujeto. Es diferente si pensamos en la existencia como relación del sujeto consigo mismo que si lo concebimos como relación con los otros o con el otro” [Zemelman, 1998: 129].

El pensar utópico y ético

La epistemología de la conciencia histórica altera nuestros modos de relacionarnos con la realidad en la medida que posibilita asumirnos como sujetos constructores a través de una relación y colocación ante el mundo, bajo una exigencia de la objetividad ejercida a partir de una epistemología alterante y, por eso, activadora de necesidad desde, con y para los demás. A la luz de este marco desplegante la existencialidad y la historicidad cumplen el imperativo no solamente de lograr la transformación de la utopía en experiencia existencial, sino también el acceso a las modalidades histórica y epistémica.

A la luz de esta perspectiva se subraya el proceso del decir que opera en la prediscursividad, en tanto espacio promotor del encuentro con los otros: “La necesidad de decir es el momento potenciador del discurso” [Zemelman, 1998: 132]. Pero también el discurso deviene en un recurso vacío sino se corporiza en necesidad de realidad y necesidad de otros.

Precisamente, en el pensar ético y utópico es donde es hace factible el tránsito alternado entre la prediscursividad y la discursividad. Incluso este último constituye, a decir de Zemelman, el contexto del pensar ético y utópico, pero también el marco en el cual el hombre piensa y construye discursos como dos alas para sobrevolar sus incertidumbres.

La dialéctica sujeto-contexto constituye una modalidad que alude a la potenciación o potencialidad de los sujetos a la luz del presente potencial y no sólo del enriquecimiento de los mismos. Desde aquí lo que importa es dar cuenta del sujeto “... en su capacidad de actuar con voluntad y emoción” [Zemelman, 2002: 2]. Ella también es una “dialéctica que hace frente tanto al empobrecimiento del hombre como a su propia elevación hacia un mayor protagonismo” [Zemelman, 2002: 25]. Con ello está en condiciones de especificar lo potenciable de los sujetos. Por eso en este espacio “... se ubican las formas de construcción social que descansan en la necesidad de ser y de sentido del sujeto. Es un modo de hacer efectiva la voluntad en que se expresa el afán de ser sujeto protagónico como respuesta a la necesidad de ser sujeto en despliegue existencial. El pensamiento hecho voluntad: lo político” [Zemelman, 2002: 3].15 Asimismo, desde esta modalidad dialéctica de sujeto-contexto se avanza en lo que Zemelman denomina “antropología de lo prometeico” [Zemelman, 2002: 3].

De esta forma, el contexto permite entender el significado histórico del sujeto colocado ante la realidad. El carácter mediacional del contexto está expresado por el hecho de que media entre el problema y la situación más global [Zemelman, 1994: 16].

La utopía como modalidad de conocimiento ubica al hombre en “... el esfuerzo por asumirse como sujeto potente, utópico, que es lo propio de la necesidad que surge de la incompletud, transforma al tiempo en o indeterminado-determinable, y es lo que caracteriza la capacidad del sujeto para desplegar sus potencialidades. Para lo cual se requiere de la memoria que alimente las visiones utópicas” [Zemelman, 2002: 37].

Asimismo, la conciencia histórica como instancia mediadora “se corresponde con salirse del discurso para recuperar a lo constituyente de lo prediscursivo; pero lo constituyente, en tanto expresión de lo indeterminado, cuya forma de razonamiento es posible con base en lo necesario” [Zemelman, 1998: 126].

Conclusiones

Hemos partido de la crítica y la totalidad como formas de razonamiento capaces de permitirnos colocar la condición existencial del hombre ante el mundo, bajo el cumplimiento de las exigencias de articulación y mediación.

Así, la nuestra ha sido una exposición que alude a las modalidades de la dialéctica, en particular a tres: dialéctica de la determinación-indeterminación, dialéctica de la instalación-apropiación y, finalmente, la dialéctica de sujeto-contexto. La presentación de esas modalidades ha sido efectuada en el marco de la epistemología de la conciencia histórica entendida como un entramado de inquietudes y actitudes surgidas de la colocación ante la realidad. Ese entramado se condensa y potencializa en una epistemología articuladora de las visiones antropológicas, históricas, éticas y utópicas.

La serie de transformaciones que han sido expuestas: de la política a la historia; de la historia a la experiencia, de la historia a la existencia y de la experiencia al campo, por mencionar solo algunas, evidencian el dinamismo relacional de los sujetos ante la realidad y del propio epistemólogo Zemelman que no escapa a esa cualidad; pues se mueve constantemente por las fronteras móviles de la razón ampliándola y enriqueciéndola por medio de formas de razonamiento, categorías y contenidos abiertos.

Por último, al aplicar la función de la crítica a la valoración de algunas limitante en la propuesta zemelmiana misma, haremos dos observaciones: la primera dirigida a que si bien es cierto que las modulaciones han sido suficientemente explicitadas y tematizadas en esta perspectiva epistémica; las modulaciones, en cambio, no lo están del todo, aunque si en estado práctico; de esta manera mencionaremos dos ejemplos a) no basta un discurso del o sobre el sujeto, se precisa un discurso desde el sujeto, es decir, desde la prediscursividad y b) no es suficiente limitarse a un análisis de las practicas producidas, se requiere de la producción de prácticas, es decir, no bastan indagar productos de las prácticas de los sujetos, es necesario acceder al plano producente de sujetos y de realidad, para así estimular e impulsar sus potencialidades a partir de proyectos viables. La segunda observación apunta al plano de la recursividad ética: está claro que para Zemelman la prediscursividad y la discursividad ocupan un buen espacio de sus reflexiones, pero el problema de la recursividad ética propuesto por Lévinas no es motivo de sus argumentaciones. Con lo anterior no queremos restar importancia a una propuesta que por si misma resiste las críticas más implacables. La problematización de la propuesta zemelmiana es de esperarse, máxime que Zemelman invita a ello como una condición del pensar y razonar, así como a un ejercicio autocrítico que se desprende permanentemente de su vida y obra.

Mientras tanto la imaginación epistémica zemelmiana vuela por los aires de abstracciones surgidas y sustentadas en tierra firme de las prácticas de sujetos colocados ante realidades posibles de construirse de manera continua desde los ángulos éticos, antropológicos, políticos y utópicos. Ángulos articulados en una epistemología potencializadora de la experiencia, historicidad y existencialidad de los sujetos sociales. Por eso, la concepción del hombre en la propuesta zemelmiana encierra claves valiosísimas para entender la condición humana, pues en esa medida esa propuesta está profundamente, recordando un poema de Vallejo, llena de mundo.


Bibliografía
Directa
Zemelman, H. (1983). Historia y política del conocimiento. Universidad Nacional Autónoma de México. México.
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________. (1992-II). Horizontes de la razón. Anthropos/El Colegio de México. Barcelona.
________. (1994). “Racionalidad y ciencias sociales”, en Círculos de Reflexión Latinoamericana en Ciencias Sociales. Revista Anthropos. Barcelona.
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________. (1998). “Conversaciones didácticas”. Educo/Universidad Nacional de Comahue. Argentina.
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Indirecta

Romo Torres, R. (1998). “El dilema de los paradigmas: entre las preferencias y las necesidades. Una opción configuracional”, en Revista educar, Nueva época. N° 6. Guadalajara.


Notas

1 Zemelman insistirá en la necesidad de considerar a los sujetos concretos frente a los enfoques que pasan inadvertidos a los hombres al ver sólo solo sistemas, organizaciones e instituciones, pero sin la agencialidad de los actores con su acción, reacción, reflexión y transformación.

2 Respecto al cuarto enunciado es preciso señalar que la redacción original es “despliegue temporal del fenómenos”, por lo demás nos hemos permitido modificar el cuarto enunciado, para hacerlo compatible con los propósitos de este ensayo. Estos cuatro momentos los expone en [Zemelman, 1998: 93-94].

3 Ampliaremos la función de la crítica cuando abordemos más adelante los problemas de la conciencia histórica y la problematización. Las implicaciones entre crítica y totalidad están expresados por Zemelman en los siguientes términos: “La crítica como actividad racional se realiza en la totalidad. Ello significa que la crítica es una actividad que contribuye a impedir el peligro de que, en virtud de la lógica del poder, la razón tienda a ser desmembrada” [Zemelman, 1992-I: 104].

4 En trabajos posteriores replanteará el problema de que los ritmos abarquen solamente el aspecto temporal, también los momentos participan: solo que los ritmos intervendrán en el despliegue y los momentos en la concreción.

5 Para Zemelman la aprehensión “consiste en la transformación de la visión en un objeto particular” en “Círculos de reflexión latinoamericana en ciencias sociales” [Zemelman, 1994: 8]. La apropiación de lo indeterminado desde la existencia [Zemelman, 1998: 130]. En los primeros textos Zemelman se concentra en el mecanismo de aprehensión vinculada al problema de las formas de razonamiento. En textos posteriores especificará, aún más, el vínculo con la realidad de la aprehensión a un mecanismo más operativo, sobre todo para abordar el problema de los contenidos: la apropiación, pero avanzando en el desarrollo de la propuesta en el aspecto que es germen de la conciencia histórica, esto es, la colocación ante la realidad (la colocación ante el mundo) [Zemelman, 1998: 128]. El colocarse y sus dimensiones: la existencia y la historicidad [Zemelman, 1998: 129]. “El colocarse expresa la necesidad contenida en el existir como existenciable” [Zemelman, 1998: 138]. Asimismo, ver dimensión antropológica y colocación [Zemelman, 1998: 139].

6 “... el razonamiento por mediaciones se ciñe a la lógica que resulta de concebir los objetos de estudio como procesos presentes en forma única y asimétrica, lo que supone considerar a la realidad como una totalidad abierta” [Zemelman, 2002: 17]. Zemelman plantea que las mediaciones se refieren al momento de totalización, al momento de indeterminación” [Zemelman, 1992-I: 66].

7 En este mismo sentido agrega: “... lo político no constituye un conocimiento en si mismo, sino más bien una perspectiva de conocimiento que se fundamenta en la idea de que toda la realidad social es una construcción viable” [Zemelman, 1992-I: 46]. Construcción viable a través de la construcción de proyectos por los sujetos de ahí que “La política deviene en el elemento constructor de la posibilidad como historia concreta, constituyendo la apropiación de lo real en una apropiación de todo lo histórico que se sintetiza en un proyecto de futuro” [Zemelman, 1992-I: 33-34].

8 Zemelman ha tenido como pretensión principal en este primer volumen de Horizontes de la razón “la interrogante de cuán real es la transformación de la política en historia” [Zemelman, 1992-I: 25].

9 “... se puede afirmar –sostiene Zemelman- que la problematización como núcleo de la conciencia histórica es la lógica de la determinación histórica en tanto expresa lo indeterminado como potenciación del contenido, ya que se puede asumir el devenir abierto a múltiples modalidades de concreción y, en consecuencia, ser sensibles a diferentes objetos posibles de conocimiento [Zemelman, 1992-I: 171].

10 Al exponer un pensamiento complejo como el de Zemelman, es inevitable que lo ubiquemos en el contexto de la epistemología de la conciencia histórica. Epistemología de la conciencia histórica que resiste a ser caracterizada mediante atributos y que acepta, más bien, a partir de formas de razonamiento, categorías y contenidos abiertos. Una idea interesante desde la dialéctica que implica a la epistemología y a la conciencia histórica es la siguiente: “la epistemología encuentra su más profunda significación (aún en el marco de la ciencia) en estimular la constitución de la conciencia histórica, pero enriquecida ésta por la apropiación de la subjetividad del sujeto” [Zemelman, 1994: 18].

11 “El planteamiento de la política como epistemología se corresponde con la necesidad de entender al ser conciente en tanto su condición de ser histórico. Ello significa que la historia se tenga que concebir como un campo de posibilidades transformadas en experiencias que concretan opciones objetivas” [Zemelman, 1992-I: 12].

12 Es significativo que Zemelman en textos anteriores conciba “la realidad como la conjugación entre dos dimensiones: la histórica que manifiesta su calidad como producto, y la política, que traduce sus exigencias como construcción” [Zemelman, 1992-I: 24].

13 La experiencia la ubicamos en ámbito de la mediación entre la subjetividad la objetividad. Sobre todo si concebimos a “la experiencia histórica no como simple vivencia susceptible de reflexión, sino como espacio de objetivación del propio sujeto” [Zemelman, 1992-I: 12].

14 Desgraciadamente observamos una insuficiencia en la tematización del ritmo que no es privativa de la perspectiva zemelmiana, sino en general de la epistemología y ciencias sociales. Ante ello nos concentraremos en los contornos, para enseguida pasar al problema de los límites.

15 Es interesante que en este libro se aluda al despliegue existencial de los sujeto y no solo al despliegue a secas.

FUENTE: 
La condición humana en la obra de Hugo Zemelman
Ricardo Romo Torres
Universidad de Guadalajara
Actualizado, octubre 2006
http://www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/mexico/zemelman.htm


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