"Nadie puede clavar un clavo de hierro con un martillo de lana"
Por: Michel Serres
Quienes hayamos tenido la valentía de sumarnos a la tarea de investigar científicamente a la sociedad, nos habremos enfrentado en más de alguna ocasión con las expectativas impuestas por la misma disciplina acerca del carácter social de nuestras afirmaciones. A pesar de ser una ciencia relativamente joven, la sociología tiende a exigirse a sí misma la producción sistemática de conocimientos ‘útiles’ para los programas de gobierno, generar diagnósticos ‘espontáneos’ sobre las movilizaciones de turno e incluso encabezar las transformaciones de la sociedad. Sin embargo, por más tinta y recursos invertidos en esta empresa, nada parece asegurar que lleguen siquiera a delimitar con precisión la naturaleza de su objeto de estudio. En otras palabras, dichos esfuerzos pueden comenzar y terminar sin saber exactamente a qué se refieren cuando hablan de ‘sociedad’.
Gaston Bachelard pensaba que este tipo de situaciones llevaban irremediablemente al estancamiento de la ciencia y debían superarse a toda costa bajo la modalidad de obstáculos epistemológicos. El filósofo francés se refiere específicamente a ciertas certezas heredadas de la tradición que impiden realizar un adecuado análisis científico y que terminan promoviendo expectativas imposibles de satisfacer. No se trata de obstáculos que puedan superarse simplemente mediante el control y desnaturalización del oficio como lo cree Bourdieu. Se trata más bien de dificultades de orden epistemológico en tanto residen en las mismas premisas del saber científico. Si bien dichas premisas pudieron iluminar el conocimiento de la ciencia en el pasado, hoy sólo contribuyen a la inercia de sus descripciones. Tomando en cuenta las observaciones de Bachelard sobre el progreso cientifico, Niklas Luhmann advierte que la actual crisis teórica que padece la sociología sólo puede entenderse a partir de las imprecisiones que el concepto de sociedad arrastra desde los tiempos de la sociología clásica. Por lo mismo, muchos han optado incluso por abandonar definitivamente el concepto de sociedad para limitarse al estudio de relaciones micro-sociológicas (George Simmel, Gabriel Tarde) mientras que otros se han volcado a la elaboración de audaces justificaciones para seguir reinterpretando las definiciones clásicas del concepto (Emile Durkheim, Karl Marx).
Luhmann considera que estas excusas sólo entorpecen un adecuado entendimiento de nuestro objeto de estudio bajo ilusiones normativas ancladas en el sentido común. Para superar estos bloqueos asumiremos la tarea de formalizar 4 obstáculos epistemológicos que continúan operando hasta el día de hoy en el diseño de la teoría sociológica. El primer obstáculo pretende revertir el “prejuicio humanista” según el cual (1) la sociedad se compone de seres humanos concretos y de sus relaciones entre sí. Entendámoslo de la siguiente manera, la sociedad no produce seres humanos, no pesa lo mismo que el total de hombres y no cambia su peso cuando una persona nace o muere. No se compone de brazos, piernas o enzimas, ni requiere de insulina como una persona, entre otras cosas, porque la sociedad no vive. El candidato natural que reconoce Luhmann para ocupar el lugar de la persona en la sociedad es la comunicación. La sociedad está compuesta de comunicaciones porque sólo la comunicación cumple con la condición de ser auto-producida socialmente. En otras palabras, sólo la comunicación permite seguir comunicando.
Si aceptamos dejar atrás el obstáculo de la sociedad humanista ya no importa tanto quién comunica (persona), sino que efectivamente se comunique sin anteponer expectativas normativas sobre lo que estamos comunicando. Partiendo de esta premisa, el telos de la sociedad no puede detenerse en el consenso entre personas. Dado lo anterior se deriva el segundo obstáculo heredado de la tradición: (2) que la sociedad se establecería a través del consenso entre seres humanos, de la concordancia de sus opiniones y complementariedad de sus objetivos. Afirmar lo anterior nos llevaría inmediatamente a la siguiente pregunta: ¿qué habríamos de esperar entonces después del consenso? Al parecer nada, si optamos por despojar a la sociedad de sus conflictos y contradicciones más profundas. Incluso los debates entre distintas escuelas constituyen un buen ejemplo sobre cómo el disenso contribuye a la reproducción comunicativa de la sociedad a pesar de las expectativas que tenga Habermas sobre su prevista racionalidad.
Un tercer obstáculo se desprende del ‘nacionalismo metodológico’, tan característico de la sociología latinoamericana, que tiende a definir (3) las sociedades como unidades regionales o territorialmente delimitadas. Gracias al avance de los medios de difusión masiva (escritura, imprenta, telecomunicaciones) las distancias dejaron de medirse en función de su anclaje territorial para sumarse a un momento evolutivo donde convergen todas las comunicaciones posibles en un solo sistema social: la sociedad mundial. Cualquier referencia a sociedades en plural subsiste sólo en nuestra manera de hablar y más aún en la llamada ‘sociedad de la información’ donde las operaciones bursátiles, las verdades científicas y las obras de arte no restringen sus horizontes a los límites del Estado-nación.
Descartando tanto el prejuicio humanista como el regionalista, podemos ocuparnos del último obstáculo epistemológico identificado por Luhmann, a saber: (4) que las sociedades puedan observarse desde el exterior como grupos de seres humanos o como territorios. Si la sociedad ya no se restringe a límites territoriales o colectivos humanos, sino al sistema omniabarcador de comunicaciones cuyo horizonte es el mundo, no podremos abandonar este sistema al momento de criticarlo o iluminarlo. Nuestras observaciones acerca del mundo sólo podrán realizarse en el mundo (específicamente en la disciplina científica que la sociedad ha dispuesto para construir sus verdades). Consecuentemente toda observación sociológica sobre la sociedad tendrá que llevarse a cabo en la misma sociedad. La sociología, por tanto, se enlaza a un sistema social de la sociedad -ciencia- que pretende describir a la misma sociedad de la que forma parte, modificando su objeto de estudio mientas lo describe. Lo anterior supone la crítica más radical a la epistemología clásica puesto que obliga a la sociología a tener que redescubrirse como parte del mismo objeto de estudio al que tradicionalmente se ha opuesto con enérgica resistencia -la sociedad-, dejando abierta la pregunta acerca de la autoimplicación cognitiva de sus descripciones.
En síntesis, la teoría sociológica sólo podrá actualizar la relación circular con su objeto de estudio si opera con un “concepto de sociedad radicalmente antihumanista, radicalmente antiregionalista y radicalmente constructivista” (Luhmann, 2007: 20). Al hacerlo de esta manera no se rechaza la existencia de seres humanos, ni mucho menos las diferencias abismantes entre las condiciones de vida de cada región. Sólo se renuncia a deducir de estos hechos un criterio científico para definir los límites y alcances del concepto de sociedad. Del mismo modo, un concepto que sobrepase los obstáculos heredados de la tradición no podrá verse acompañado por los mismos métodos de investigación utilizados hasta el momento, pues carecen de un adecuado nivel de abstracción que haga justicia a la complejidad de la sociedad. El detalle sobre los obstáculos epistemológicos introducidos por Niklas Luhmann, así como sus repercusiones en la metodología de las ciencias sociales, pueden ser consultadas en extenso en el primer capítulo de su opus magnum: La Sociedad de la Sociedad.
Al mismo tiempo, nos parece pertinente considerar estos 4 obstáculos epistemológicos como fijaciones a prueba, susceptibles de corrección en la medida en que se vuelvan contraproducentes para el quehacer de la ciencia. En esta línea, se han puesto en marcha proyectos similares al de Niklas Luhmann durante los últimos años en Latinoamérica. Aldo Mascareño y Daniel Chernillo identifican 3 obstáculos (estructural, normativo y metodológico) que repercuten en una visión altamente particularista e incompleta de la sociología latinoamericana frente al universalismo de su contraparte europea. Por su parte, Ignacio Farías y José Ossandon sugieren la persistencia de un sesgo operativo en la teoría de sistemas, apoyándose en programas teóricos cercanos al posestructuralismo que intentan sortear los mismos obstáculos que la propuesta luhmaniana. Jorge Galindo presenta una solución analítica para redistribuir el concepto de espacio en la estructuración sistémica a partir de la distinción cerca/lejos, así como Patricio Miranda acusa un predominio normativo de la concepción anti-humanista esbozada por Luhmann en las raíces de su método de comparación funcional.
FUENTE:
No hay comentarios:
Publicar un comentario