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La cultura del nuevo capitalismo. Richard Sennett

Por José Antonio Alcoceba Hernando
Universidad Complutense de Madrid

El sociólogo y académico estadounidense Richard Sennett, ha dedicado buena parte de su vida a reflexionar sobre las relaciones entre filosofía y vida cotidiana en el marco de las relaciones sociales a partir de la corriente que se ha venido a denominar el Pragmatismo americano. En los últimos años se ha centrado especialmente en la reflexión e investigación de las transformaciones del capitalismo en la sociedad post industrial, ofreciendo desde una perspectiva filosófico-política, un lúcido análisis sobre los cambios en el ámbito del empleo, en el papel de la burocracia y las instituciones y en las transformaciones del tejido social y productivo. En este sentido, aparecen como sus principales obras de referencia La corrosión del carácter (1998) o El declive del hombre público (2002); y más recientemente, La cultura del nuevo capitalismo (2006) y El artesano (2008).


Dichos trabajos abordan el estudio de las nuevas condiciones sociales y laborales a las que se enfrentan los ciudadanos, especialmente urbanos, con respecto a dicotomías como producción artesanal y desarrollo tecnológico; éxito personal y desarrollo social; o libertades individuales y marcos institucionales. Su facilidad para argumentar a partir de investigaciones propias (basadas en estudios de caso y entrevistas en profundidad) y ajenas sobre los modelos de producción y reproducción social; en relación con su amplio conocimiento de teorías sociológicas y económicas clásicas (Marx, Weber, Malthus, Ricardo, etc.) y actuales (Bell, Putnam, White H. White W., etc.), le permiten ofrecer explicaciones lógicas y causales de las complejas transformaciones del sistema capitalista.

En La cultura del nuevo capitalismo, Sennett ofrece una interesante reflexión a caballo entre la filosofía y la sociología del trabajo; un ejercicio de mediación entre las transformaciones en las instituciones sociales, las competencias de los individuos y las tendencias de consumo, que se han venido produciendo desde los años setenta hasta finales del siglo pasado. Aunque sus investigaciones se refieren a los escenarios laborales anteriores a la crisis económica mundial iniciada en 2008, y se centran especialmente en la evolución social y laboral de las clases medias estadounidenses, sus consideraciones son fácilmente extrapolables a los escenarios posteriores a dicha crisis en el conjunto de las sociedades occidentales contemporáneas.

Arranca el texto explicando los tres principales desafíos a superar en los nuevos escenarios del capitalismo, caracterizados por la inestabilidad y la fragmentariedad: la rápida adaptación a los cambios (sociales, laborales, etc.); el desarrollo de nuevas habilidades; y la renuncia al pasado como garantía de permanencia en las instituciones, especialmente empresariales. Estos tres rasgos que propone Sennett como claves para prosperar socialmente remiten a su juicio a tres grandes temas en torno los que gira la sociedad moderna: trabajo, talento y consumo.

El análisis propuesto por Sennett de la transformación de las organizaciones sociales pone el énfasis en los cambios estructurales que han acarreado fenómenos como la globalización y la deslocalización económicas. Frente al orden jerárquico militar que proponía Weber como forma de regir el orden social, que garantizaba a cada individuo un lugar en las grandes estructuras piramidales de producción que rigieron las trayectorias vitales colectivas durante buena parte del siglo XX; Sennett señala que en los años ochenta y noventa el advenimiento de la tecnologización, como clave de la globalización, afectó radicalmente a la estructura de la pirámide burocrática, proponiendo una nueva arquitectura institucional. Esta nueva arquitectura basada en la automatización y en la búsqueda de beneficios a muy corto plazo supuso un cambio a nivel cognitivo que requirió de una mayor especialización y flexibilización laborales, que trajo consigo una precarización en las condiciones de trabajo. 

La sustitución de esta estructura piramidal por el nuevo modelo tecnológico globalizado ha acarreado una nueva cultura del trabajo donde los principios jerárquicos y la secuenciación no lineal, han generado desajustes sociales como la baja lealtad institucional, la disminución de la confianza informal entre los trabajadores y el debilitamiento del conocimiento institucional. Esta nueva situación refleja, según el autor, una nueva fórmula de desigualdad social que viene a romper dos elementos clave de la ética del trabajo del modelo capitalista piramidal: la gratificación diferida y el pensamiento estratégico a largo plazo.

Posteriormente, aborda un tema de candente actualidad en nuestra sociedad, que denomina como el fantasma de la inutilidad. La globalización del trabajo, la automatización y la gestión del envejecimiento conducen a colectivos cada vez más numerosos hacia situaciones de vulnerabilidad e invisibilidad social, a las que no encuentran respuesta ni en las instituciones productivas, ni en las reproductivas. Esto, conduce a estas personas con plena capacidad productiva hacia situaciones permanentes de subempleo y de marginalidad.

La superación de esta inutilidad socio-laboral implica una nueva forma de meritocracia basada en la capacidad potencial de los individuos para adaptarse rápidamente a los nuevos escenarios de trabajo. Se valora especialmente un tipo de trabajador con la mirada puesta en el futuro, capaz de vivir y trabajar en el proceso, en lo que el filósofo estadounidense Zygmund Bauman denomina la “modernidad liquida”. Sennett señala a los consultores de sectores tecnológicos punteros como prototipo de estos nuevos trabajadores en proceso, capaces de trabajar en solitario o en equipo; abiertos a la movilidad tanto geográfica como temática; etc. La valoración de esta capacidad potencial actúa en detrimento del valor de la experiencia, del compromiso emocional con las instituciones y del trabajo artesanal.

Estos cambios de la nueva economía apuntan hacia una sociedad de dos niveles: uno muy reducido que engloba a esta “élite de las habilidades”, a “los dueños de la información” y a los “analistas simbólicos”; cada vez más distanciada de unas clases medias y bajas desprotegidas institucionalmente, con dificultades para encontrar acomodo por sí mismas en una economía fragmentada. A este respecto, Sennett señala la sensación de resentimiento de amplias capas de población que se consideran injustamente tratadas por el sistema y que desconfían de las instituciones públicas que otrora sirvieron como andamiaje del tejido social.

Esto nos lleva a la última parte del libro, donde se reflexiona acerca de si ¿Está la nueva economía creando una nueva política? Partiendo de las relaciones entre política y consumo, Sennett considera al ciudadano como un consumidor de política. Las reglas de la mercadotecnia también se aplican a las marcas políticas; ante ellas, el espectador/consumidor se convierte en un actor pasivo que se aleja de la política progresista caracterizada por una participación más activa en la que los ciudadanos se sienten unidos en un proyecto común. Las diferentes plataformas políticas se ofrecen como productos con insignificantes diferencias materiales (de dorado), en las que en teoría se ofrece a los individuos la capacidad de elegir libremente. La realidad sin embargo refleja que los patrones de consumo en materia de política operan sobre un conocimiento superficial de las cuestiones sociales que no refuerza la confianza ni el compromiso a largo plazo.

Como se ha tratado de mostrar en estas pocas líneas, La cultura del nuevo capitalismo ofrece un interesante análisis sobre los modelos generales de mediación que explican las transformaciones sociales entre los diferentes ámbitos del sistema capitalista: la fuerza y condiciones de trabajo, las instituciones y la burocracia, el consumo, etc.; en relación con aspectos de índole psicosocial y emocional: el valor del trabajo, el talento, la inutilidad, las trayectorias laborales, etc. FUENTE: http://pendientedemigracion.ucm.es/)

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