Alberto Acosta y Esperanza Martínez (Compiladores)
Serían, sin embargo, más felices si solamente fueran charlatanes y no también camorristas, como lo son, que por un quítame las pajas, arman feroces peloteras, y muchas veces, a fuerza de porfiar, la verdad se les escapa de las manos. Erasmo de Rotterdam, El elogio de la locura (1511)
A modo de prólogo
Los coletazos del colonialismo senil
Por: Alberto Acosta
Con la expansión del capitalismo europeo del siglo XVI, en medio de crecientes rivalidades entre las potencias hegemónicas de entonces, se potenció la piratería. Los corsarios, que contaban con financiamiento y con la “patente de corso” de sus Estados y en su beneficio, atacaban a los navíos enemigos y se quedaban con una parte de la carga. Los piratas propiamente dichos trabajaban por cuenta propia.
Y entre ellos podríamos distinguir a los filibusteros y a los bucaneros que de una u otra manera, buscaban hacerse de riquezas asaltando los buques o los puertos. Corsarios, piratas, filibusteros o bucaneros fueron una suerte de avanzadillas de las transnacionales contemporáneas, en tanto se desplegaban por el mundo conocido entonces, tratando de lucrar a como dé lugar de las múltiples oportunidades de “negocio” que ofrecían la conquista y la colonización.
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