El antropólogo Roger Bartra en entrevista con El Espectador habló del papel de los partidos en una democracia y de los retos que enfrentan los pueblos indígenas y campesinos en el siglo XXI.
Por: Steven Navarrete Cardona
6 SEP 2014
Bartra es doctor en sociología por La Sorbona y etnólogo de la Escuela Nacional de Antropología e Historia en México.
Para la celebración del 80 Aniversario del Fondo de Cultura Económica que tuvo lugar el pasado miércoles en Colombia, se tenía preparada una charla con Roger Bartra, uno de los investigadores mexicanos más emblemáticos del siglo XX, pero por cuestiones de salud, Bartra no pudo viajar a Colombia. Aun así decidimos entrevistarle para oír sus reflexiones sobre la realidad contemporánea.
Bartra se ha erigido como una de las máximas figuras académicas en América Latina por libros emblemáticos como ‘Él salvaje en el espejo’ y ‘Las redes imaginarias del poder político’. Además, por su historia familiar, siendo hijo de catalanes exiliados de la guerra civil española, conoce de cerca la evolución del Fondo de Cultura Económica.
Hablemos del Fondo de Cultura Económica y su relación con los exiliados republicanos de la guerra civil española en las primeras décadas del siglo XX.
¿Qué papel jugaron los republicanos en la consolidación de la editorial?
Soy fruto del exilio republicano en México. Fueron cientos los que llegaron a este país y a otros de América Latina, lo que resultó en una inyección de cultura y de nuevas actitudes políticas e intelectuales. Los refugiados españoles alentaron instituciones académicas y editoriales de primer orden. En el caso de México es muy clara que dicha inmigración trasformó su vida cultural, y también tuvo influencia en Chile y Colombia, aunque fue de menor escala.
El Fondo de Cultura Económica fue impulsado de manera decisiva por intelectuales españoles que se convirtieron en sus grandes impulsores. Realmente el Fondo de Cultura Económica no se podría entender sin el exilio español. También se contó con él liderazgo de otros intelectuales de origen argentino que impulsaron la consolidación de la editorial en América Latina.
La construcción de la ‘otredad’ y el ‘mito del salvaje’, es un problema de investigación recurrente en su obra y uno de los aspectos por los cuales usted es reconocido. Para usted, ¿pervive el mito del salvaje en el siglo XXI? ¿Quienes ocupan el lugar del ‘salvaje’ hoy?
El ‘mito del salvaje’ es esencialmente europeo aunque se ha expandido. La noción del salvaje como tal es un mito, no existe realmente y lo han fomentado para poder definir al ‘civilizado’ y generar los contrastes evitando de antemano una definición de lo ‘civilizado’.
Esa concepción de los ‘salvajes’ ha venido variando a través de los siglos porque es un mito milenario que sigue operando hoy en día, de tal manera que en América Latina la idea del salvaje se ha ligado al campesino, a la población rural, a los indígenas, y desde luego en tiempos más modernos a los sectores marginales de carácter agresivo como son los narcotraficantes, las franjas agresivas e ilegales que atetan contra la estabilidad.
Con el advenimiento de un mundo cada vez más globalizado, ¿cuáles son los principales retos que los campesinos y pueblos indígenas del mundo tendrán que enfrentar?
Los campesinos están en serio peligro de extinción en todo el mundo. Es evidente que el número de campesinos desciende claramente, no sólo porque la población rural forma parte de un sector minoritario de las sociedades modernas, sumado al hecho de que lo que se consideraba el campesino independiente que cultiva con su propio esfuerzo su parcela de tierra ha venido desapareciendo durante las últimas décadas. En América Latina la amenaza esta aún más latente.
Las culturas de los antiguos pobladores de las regiones colonizadas por Europa en muchos casos no son más que ruinas étnicas que han sobrevivido milagrosamente, y que son objeto del interés de restauradores con inclinaciones arqueológicas.
El reto que deben enfrentar los pueblos indígenas y las comunidades campesinas consiste en dejar de ser motivo de turismo revolucionario y de curiosidad malsana, para intentar salvar lenguas y tradiciones con frecuencia muy valiosas.
Desde la década del sesenta hemos visto la apertura del campo político hacia nuevos sectores sociales con diversas reivindicaciones sociales que van más allá de la socialización de los medios de producción. Entre ellas una representación equitativa ante la ley para la diversidad sexual entre otras. ¿Para usted cuáles son las implicaciones políticas de este ‘despertar de la diferencia’?
Los movimientos indígenas y sexuales que exigen representación y ser reconocidos, dejar de ser perseguidos. Sin duda son expresiones muy importantes que permiten a los políticos, (si los escuchan atentamente) entender la sociedad en que viven. No pueden ser una alternativa global, son grupos que tienen a una mayor fragmentación, pero que a su vez expresan un hecho real de la sociedad moderna.
Es más bien, difícil pensar que estos fragmentos se puedan unificar en un movimiento de carácter nacional que los englobe a todos y que los defina por su carácter. Ya no existen esas bases del nacionalismo antiguo, se ha quebrado completamente el carácter nacional en los diferentes países, y ahora tenemos esta fragmentación en las reivindicaciones, y con ella vamos a vivir mucho tiempo. Tenemos que acostumbrarnos a ella y debemos adaptar los mecanismos democráticos a esa fragmentación social. Pero al mismo tiempo, se han rescatado viejas identidades y han nacido algunas nuevas. Esta inyección de pluralidad debe ser bienvenida y es una fuente de tolerancia democrática.
Usted ha hecho alusión a un tema clave en la actualidad, el cuestionamiento al poder del Estado-nación y a su soberanía. ¿Con la globalización desaparecerá el Estado-nación para fundirnos en entidades supranacionales?
Yo creo que los estados nacionales están desapareciendo, pero no los estados posnacionales. Lo estados modernos tienen que aprender a vivir sin un contenido nacional, estamos viviendo en una época posnacional, muchos países han avanzado por esa vía, hay otros que tienen muchos resabios nacionalistas, pero en general el mundo está transitando hacia estados posnacionales.
Esto no quiere decir que desaparecen como estados, pero si se observa que su contenido propiamente nacional esta erosionado y ya no ofrece a sus estructuras políticas una base de legitimación. El Estado no va a desaparecer, pero el Estado-nacional.
Durante este primer decenio del siglo XXI han aparecido diversas formas de movilización política y nuevos movimientos sociales como ocupa Wall Street o los indignados, en México ‘Yo Soy 132’ entre otros, que aunque no tienen una declarada o única ideología política, se manifiestan en contra del sistema económico capitalista y el neoliberalismo.
¿Cree usted que los partidos políticos desaparecerán y estas nuevas formas de movilización social les remplazaran?
De ninguna manera. Estas formas de movilización, que son muy válidas y que expresan el sentir de diversos sectores de la población, a pesar de ser muy creativos en su crítica, son fenómenos espontáneos y tienen un carácter coyuntural. En la actualidad constantemente surgen movimientos de este tipo, y en un sistema democrático se deben escuchar y tolerar, pero no puede basarse en ellos.
En su conjunto reflejan una gran tensión provocada por la transición del sistema capitalista a una nueva condición aún desconocida. Es una reorganización del capitalismo, no la llegada de un nuevo sistema enteramente diferente. Ha implicado una crisis de la democracia, un fenómeno peligroso. De allí la crisis de los partidos. Si éstos desaparecen, la democracia estará en peligro de evaporarse.
FUENTE:
http://www.elespectador.com/noticias/actualidad/los-campesinos-estan-peligro-de-extincion-articulo-515070
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